En cierta ocasión, saliendo Jesús de Capernaúm, la Biblia nos dice que dos ciegos le seguían dando voces y diciendo: “¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!” La gente los mandaba a callar pero ellos clamaban con más fuerzas pidiendo un milagro para sus vidas. No se dieron por vencidos porque sabían que solamente en el Señor Jesús se encontraba el milagro que buscaban. Al llegar a una casa, la Biblia dice que ambos ciegos se le acercan a Jesús y Él les pregunta: “¿Creéis que puedo hacer esto?” Que pregunta más peculiar. Parecía ser una pregunta que reflejaba incredulidad a que Él pudiera hacer este tipo de milagro. Sin embargo, la pregunta no tenía nada que ver con alguna incredulidad de parte de Jesús sobre poder hacer el milagro, sino en la fe y el conocimiento de estos dos hombres ciegos sobre quién era el que estaba delante de ellos. Sin duda alguna, los dos hombres respondieron inmediatamente: “Si, Señor.” Esta respuesta fue la que provoco que se desatara en ellos el milagro que necesitaban tan desesperadamente. La Biblia dice que Jesús los toco y les dijo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho.” En muchas ocasiones, los milagros que nosotros necesitamos en nuestras vidas no se llevan a cabo no porque Dios no quiera, sino porque nosotros no creemos. Dios no pide mucho de nosotros, solamente un poco de fe y una respuesta positiva para hacer en nosotros un milagro sobrenatural. Esa plena confianza en el conocimiento de que si Dios dijo que lo hará, entonces Él lo hará. Esa fe inmovible que dice, no importa lo que pasa o lo que venga, yo sé en quien he confiado. La próxima vez que te enfrentes a una situación que requiera un milagro de parte de Dios, simplemente aplica un grano de mostaza de fe, cree que Él hará y espera ver tu milagro…
Medita en Esto…