“…Ahora pues, Dios nuestro…todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.” Estas son las palabras de un hombre que lo tenía todo y sin embargo, supo saber de donde procedía todo lo que él tenía. A veces se nos olvida que si no fuera por la gracia de Dios y Su favor sobre nuestras vidas, nosotros no pudiéramos lograr nada en la vida. El rey David había logrado todo lo que se había propuesto hacer. Desde el momento que se enfrento al gigante Goliat, hasta el momento que derroto a sus 10,000 como cantaban las mujeres Israelitas en las calles. Había logrado obtener el poder y dominio de todas las tierras a sus alrededores. Había podido eliminar a todos sus enemigos. Tenía tesoros y su fama se extendía aun más allá de las fronteras de su reino. Sin embargo, al ofrecerle a Dios una ofrenda, su oración es la siguiente: “…todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.” Que rápido se nos olvida que tan bueno ha sido Dios con nosotros. Cuando se presenta algún problema o adversidad, ponemos el grito en el cielo olvidándonos de cuan bueno Dios ha sido con nosotros. Es posible que yo nunca llegue a tener los cientos de miles de dólares que tienen otros que se consideran ricos, pero tengo algo que vale mucho más que todas las riquezas de este mundo, mi salvación. Tu vez, la Biblia nos dice que el precio que se pagó por la salvación de nuestras almas, no se pudo pagar con todo el oro, la plata y piedras preciosas que se encuentran en la tierra. Todo lo que podemos lograr en esta vida después de esto, es solamente ganancia adicional, porque lo único que verdaderamente vale algo es nuestra salvación. La próxima vez que te encuentres contemplando todo lo que tienes, no te olvides de donde procede y que es lo verdaderamente valioso. Medita en Esto…