Creo que no existe nada más difícil que sentirse solo. Ese sentir de que nadie está contigo y que a nadie le importa lo que te pase. Hay muchos que aunque viven rodeados de personas, se sienten solos, porque sienten que nadie les entiende. La soledad puede afectar a cualquiera y a veces con consecuencias desastrosas. El Salmista David también pasó una etapa en su vida donde se sentía solo. Estaba huyendo del Rey Saúl quien procuraba matarle y aunque tenía una banda de hombres que peleaban a su lado, se sentía solo y aislado. En esa soledad oscura en la cual se encontraba, David escribe unas palabras que nos traen luz aún para la soledad que enfrentamos hoy en día. El Salmista escribe: “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. …Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano…” En el momento de mayor crisis y soledad en su vida, el Salmista entiende que Dios no lo ha desamparado. El mismo Salmista David en otra ocasión nos dice: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá.” Él decía esto no por escribir algo en un papel, sino porque él había experimentado esto de manera personal. Nosotros también podemos experimentar lo mismo. El Señor Jesús dijo en cierta ocasión: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Lo único que el Señor Jesús espera es que le abras la puerta de tu corazón. Al abrir esa puerta, Él entrará y permanecerá a tu lado para siempre. Medita en Esto…